Proyecto Perpetuando La Red LAC .
Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevistada: Margarida Pereira da Silva.
Entrevistadora: Auxiliadora Dias Cabral (Rede LAC).
Lugar de la entrevista: Caruaru (PE), Brasil.
Fecha de la entrevista: 20 de diciembre de 2006.
Transcripto por: Augusto César Mauricio Borges.
Traducción: Naila Freitas / Verso Traductores.
Yo soy Auxiliadora Dias Cabral, asesora del Movimento de Mulheres Trabalhadoras Rurais (MMTR) do Nordeste, fui una de las entrevistadas, hice el curso con el Museu da Pessoa y estoy aquí para hacer la entrevista con nuestra compañera Margarida. Me gustaría que la compañera diga su nombre, que hable un poco sobre su identificación: quién eres tú, fecha y local de tu nacimiento.
Margarida – Mi nombre es Margarida Pereira da Silva, pero desde niña me dicen Ilda, mucha gente todavía me conoce por Ilda. Yo nací el día 27 de octubre del 48, en una comunidad rural que se llama Diogo, en el municipio de Surubim; hoy en día Diogo es un municipio de Casinhas – porque en esa época Casinhas era un distrito de Surubim-Pernambuco-Brasil.
¿Y tus padres, tu familia?
Margarida – Mi padre se llamaba Manoel Pereira da Silva y mi madre Amara Maria da Conceição.
¿Cuál era el empleo de ellos?
Margarida – Eran trabajadores rurales, incluso siendo de origen rural. En el período de la entre zafra, como se dice del período del verano, él negociaba. Dependía de lo que él definía como negociar: negoció con queso, negoció con cuchillos, negociaba con charqui, bacalao, carne seca o carne de sol, los sábados, en la feria local de Surubim. Queso, cuchillos, radios... todo eso vendía él en otras ciudades.
¿Cuchillos? ¿Machetes?
Margarida – Sí, machetes. De todo tipo de cosa que a él se le ocurriera negociar, negociaba; y también se iba a negociar a la “zona da mata”. Él también fue una persona que en el período del verano iba al corte de caña y mi madre se quedaba con los...
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Realización: Red LAC y Museu da Pessoa.
Entrevistada: Margarida Pereira da Silva.
Entrevistadora: Auxiliadora Dias Cabral (Rede LAC).
Lugar de la entrevista: Caruaru (PE), Brasil.
Fecha de la entrevista: 20 de diciembre de 2006.
Transcripto por: Augusto César Mauricio Borges.
Traducción: Naila Freitas / Verso Traductores.
Yo soy Auxiliadora Dias Cabral, asesora del Movimento de Mulheres Trabalhadoras Rurais (MMTR) do Nordeste, fui una de las entrevistadas, hice el curso con el Museu da Pessoa y estoy aquí para hacer la entrevista con nuestra compañera Margarida. Me gustaría que la compañera diga su nombre, que hable un poco sobre su identificación: quién eres tú, fecha y local de tu nacimiento.
Margarida – Mi nombre es Margarida Pereira da Silva, pero desde niña me dicen Ilda, mucha gente todavía me conoce por Ilda. Yo nací el día 27 de octubre del 48, en una comunidad rural que se llama Diogo, en el municipio de Surubim; hoy en día Diogo es un municipio de Casinhas – porque en esa época Casinhas era un distrito de Surubim-Pernambuco-Brasil.
¿Y tus padres, tu familia?
Margarida – Mi padre se llamaba Manoel Pereira da Silva y mi madre Amara Maria da Conceição.
¿Cuál era el empleo de ellos?
Margarida – Eran trabajadores rurales, incluso siendo de origen rural. En el período de la entre zafra, como se dice del período del verano, él negociaba. Dependía de lo que él definía como negociar: negoció con queso, negoció con cuchillos, negociaba con charqui, bacalao, carne seca o carne de sol, los sábados, en la feria local de Surubim. Queso, cuchillos, radios... todo eso vendía él en otras ciudades.
¿Cuchillos? ¿Machetes?
Margarida – Sí, machetes. De todo tipo de cosa que a él se le ocurriera negociar, negociaba; y también se iba a negociar a la “zona da mata”. Él también fue una persona que en el período del verano iba al corte de caña y mi madre se quedaba con los hijos y con las hijas y, también, cuidando de la huerta y de los animales.
Y de tus abuelos, ¿sabes algo?
Margarida – Ah, sí sé. Mi abuelo paterno se llamaba Francisco José de Oliveira, trabajador rural. Mi abuela se llamaba Julia Maria da Conceição – y mi madre también era trabajadora rural. Mis abuelos fueron una pareja que tuvo 12 hijos, siendo cuatro mujeres y ocho hombres. Mi abuela sufrió mucho para criar a los hijos, ellos fueron criados en el campo. Pasaron mucha hambre, mi madre contaba que sus hermanos trabajaban en el campo y mi madre les llevaba el almuerzo, cuando todavía era chica, y no tenía nada que comer; recogían juá y llevaban una palangana llena, un pote con agua y eso era el almuerzo. Surubim es una ciudad del semiárido y el juá es una plantación típica del sertão y del agreste.
¿Y sólo había en Pernambuco?
Margarida – Creo que el juá es un fruto del nordeste.
Quiero hablar más de mi abuela; mi abuela sufrió también porque la comunidad Diogo era un lugar muy pequeño y la diversión que había era una bodega. Y en esa bodega había mucha cachaza. Yo recuerdo que cuando pequeña, había una gente que entregaba aguardiente, que era como llamaban a la cachaza, la traían en un burro todos los fines de semana, con unas ancoras (vajillas de madera) y sus hijos hombres bebían mucho y mi abuela y mi abuelo también, era esa la diversión que tenían. Mi abuela no bebía en la bodega, sino que se llevaba el aguardiente para beberla en la casa; yo recuerdo que nosotros éramos chicos y ella gritaba desde su casa y a nosotros nos encantaba cuando nos llamaba, porque sabíamos que era para comprar aguardiente y ella nos regaloneaba con cualquier cosa de comer. Y a nosotros nos gustaba hacer lo que ella nos mandaba. Pero ella acabó pagando un precio muy alto con los hijos. Después, quedó con problema al corazón, porque los hijos, después que estaban borrachos, ocho hombres, se ponían agresivos con los demás y con algunas personas de la comunidad. Ella salía corriendo, gritando, muchas veces ella se desmayaba, era un sufrimiento terrible.
¿Son cosas que las otras personas te cuentan o tú las alcanzaste a ver, sigues viendo eso?
Margarida – Yo las alcancé a ver, pero no tanto. Inclusive, yo tenía un tío que era sordo y mudo y él, cuando tomaba, se ponía muy agresivo. Nadie entendía lo que decía cuando preguntaba las cosas y las personas entendían lo contrario y él le pegaba a las personas, él se sentía ofendido. Yo me acuerdo porque eran pocas casas en esta comunidad, donde vivía prácticamente sólo quien era de nuestra familia. Después de algún tiempo, mi padre construyó algunas casas para alquilar y con eso aumentó la comunidad con personas de otras familias y de comunidades diferentes.
Ilda, ¿y qué otras cosas, además de ese hecho, te marcaron en ese periodo, en la infancia?
Margarida – Mi madre tuvo 14 hijos, siendo 6 mujeres y 8 hombres, 3 murieron ya grandes. Mis padres no tenían tierra y donde nosotros trabajábamos, la tierra no producía algunos productos, principalmente la batata o camote. Había una comunidad que producía bastante, por ser una tierra de arena, y mi padre siempre les compraba papa y algodón. En una de las compras de papa, uno de mis hermanos se la comió caliente, y a la noche casi se muere con diarrea.
Él compraba de todo...
Margarida – Mi padre era muy luchador, era una persona que “se las buscaba” y le iba atrás a las cosas, enfrentaba todo tipo de trabajo... era igual a un tractor. Y él compró cuatro sacos de papa, porque así era en mi casa “hoy a la noche e come papa”. Entonces, con ese montón de gente, la olla tenía que ser enorme, 13 personas. Y cuando la papa llegó caliente, mi hermano, el tercer hijo, se la comió. Era en el mes de mayo y nosotros fuimos a la ciudad, mi padre tenía una preocupación muy grande para que sus hijos estudiaran. Y mi hermana mayor, con 15 años, ya vivía en la ciudad para estudiar. Y era una noche de mayo, noche del colegio en que ella estudiaba en la ciudad - el nombre del colegio era Nuestra Señora del Amparo - y mi padre fue con mi madre y mis hermanos mayores, sólo se quedó ese hermano con los hermanos menores y entonces, cuando él se fue a dormir, le entregó la llave a la esposa de mi tío y cuando nosotros llegamos y que entramos a la casa, él estaba acostado casi muerto, en una hamaca, con una diarrea enorme, y estaba así, como si estuviera flotando dentro de la caca.
Ilda, en cuanto a la profesión, la familia de ustedes es de agricultores. Y con relación a la raza, ¿me sabes decir de donde vinieron las familias?
Margarida – Mi padre era de la raza negra, mi madre era más clara.
Mi abuelo se encontró una niña en un matorral y esa niña no sabía quienes eran sus padres. Yo la alcancé a conocer, ya una señora, y sus hijas , hijos y nietos parecían indios. Mi abuelo materno la consideraba como una hija. Pero saber, así, del origen de mis padres, yo no te sé contar mucho. Yo sólo sé del origen de trabajadores rurales, incluso como en toda la mayoría de las familias rurales, los niños empiezan a trabajar temprano.
Mi madre contaba una historia que a nosotros nos dejaba así, abismados; ella nos contaba y nos mostraba una marca en la pierna, de cuando ella chica y entró a un corral y una vaca corrió detrás de ella y la pisó en la pierna derecha, hiriendo su pierna. Cuando ella nos contaba, nosotros nos quedábamos impresionados, porque ella se pasó tres meses en una cama y el remedio que usaba era el estiércol del ganado. Nosotros nos quedábamos abismados y pensábamos "¿cómo es que ella no perdió esa pierna?
Ilda, ¿y tu infancia? ¿Cómo fue tu infancia?
Margarida – Mi mamá era muy... no sé si yo puedo decirlo, así, severa. Pero por ser ella una persona a la que le gustaba mucho trabajar, ella era del campo, exigía mucho de nosotros, para que nosotros nos hiciéramos cargo de la casa. No teníamos mucho tiempo para jugar algún juego, sólo el sábado y el domingo, que era jugar a la ronda, a saltar la cuerda, al luche. Fue una infancia muy difícil. A pesar de que nuestros padres vivían bien, ellos no tenían peleas entre ellos, no eran personas de pegarle a las hijas y a los hijos desde que no los desobedecieran, pero igual, dependiendo de la situación, era muy difícil. Mi papá y mi mamá hacían todo el esfuerzo para que las hijas y hijos estudiaran, como yo ya te dije.
¿Pero ustedes tenían casas, tenían tierras?
Margarida – Nosotros teníamos una casa. Inclusive, la hicieron en un terreno que mi padre le compró a mi abuelo. Era una casa de ladrillos con dos cuartos y, después, él le fue haciendo agregados. El terreno no alcanzaba para mantener a la familia, el campo era arrendado, quedaba más o menos a unos seis quilómetros para ir hasta allá, al campo. Una cosa que él plantaba mucho, principalmente en ese terreno que era muy bueno en esa época, era algodón. Todavía bien chiquitita, iba todo el mundo a recoger algodón. Nosotros lo encontrábamos muy “genial”.
¿Y de qué más te acuerdas de cuando eras niña?
Margarida – Me acuerdo de un río que pasaba allá, por detrás de nuestra casa, y nosotros pescábamos mucho. A mí me gustaba ir a pescar y mi madre se quedaba esperando a que nosotros llegáramos. Hoy en día, cuando yo llego por allá, ya no está la casa que nosotros teníamos, ya es otra casa. Cuando yo voy por allá, yo me quedo recordando y el río que siempre estaba con agua hoy es un río seco. En aquella época, incluso en el verano, no faltaba río para pescar y nosotros pasábamos todo el día pescando y, a veces, nos íbamos a otros ríos más alejados de la casa... yo encontraba eso muy divertido.
Y en la escuela, ¿te acuerdas de alguna cosa que te marcara en la escuela?
Margarida – Hasta hoy mi primera maestra está viva. La escuela, en ese tiempo, era en otra comunidad, era en la comunidad conocida como Alto de Santa Luzia, porque mucho antes de la escuela ya existía la capilla, que ya tiene casi 70 años. En esa época, comenzábamos pronto en el primer año y en la misma sala se hacían las clases de primero a cuarto año, con la misma maestra.
Y ya era una escuela del Estado?
Margarida – No, era municipal; una cosa que yo no me olvido es que las profesoras eran muy exigentes y nos ponían a estudiar a tablas, y ella nos los daba cada golpe cuando nos equivocábamos que nosotros nos quedábamos con la mano hinchada. Por eso, hoy yo tengo más facilidad con la matemática, porque aprendí forzadamente. También hay otra cosa y es que para nosotros llegar a la escuela había una ladera enorme. Yo recuerdo que una vez nosotros bajamos jugando, me empujaron y yo salí rodando por la ladera y mi vestido se descosió, un vestido todo con vuelitos que mi madre había cosido.
Mi madre nunca fue a la escuela, pero después que ella estaba grande aprendió a firmar su nombre, sólo que no leía. Mi padre alcanzó a pasar dos años en la escuela y andaba 10 quilómetros para ir y para volver de la escuela. Andaba con un banquito en la cabeza, pero aprendió a leer y escribía muy bien.
Él no tenía donde sentarse en la escuela. Mi abuelo paterno se preocupaba con la educación y el aprendizaje de los hijos.
Hijo hombre.
Margarida – Yo tengo dudas de si él tenía el mismo tratamiento con las hijas mujeres. Mis abuelos paternos se llamaban José Pereira da Silva (Zé Bom) y Margarida Pereira. Yo no sé contar mucho sobre mi abuela, porque cuando ella se murió mi padre era jovencito, sólo sé que se llamaba Margarida y mi nombre fue en homenaje a ella. Era el segundo casamiento de mi abuelo y después él se casó nuevamente - fueron tres casamientos. Mi padre fue criado con madrastra. Según las personas dicen, mi abuelo era un hombre muy bueno.
¿Y tu juventud?
Margarida – Puchas....
Cuéntanos de las alegrías y de las tristezas de la vida de la gente.
Margarida – Mi juventud fue sin muchas novedades, no sé si yo viví mi juventud. Como yo te dije, la historia de mi padre, que le gustaba que a nosotros estudiáramos. Yo empecé a estudiar en la ciudad, fui a hacer el cuarto año, tenía 13 años, yo y otra hermana. A mí no me gustaba y me ponían “cero”, era reprobada; mi hermana pasó y después nos quedamos estudiando en el mismo año. Sólo que había una cosa, aunque mi papá quisiera que nosotros estudiáramos, a mí no me gustaba estudiar y cuando llegaba de la escuela y mi mamá decía que fuera a estudiar, yo agarraba el azadón y me iba para el campo. Sólo estudiaba a la noche, mi mamá me mandaba a hacer las “tareas de la escuela”, agarraba el mechón - porque no había energía eléctrica - era de aquellos mechones en que se usaba colocar queroseno y una mecha de algodón... nosotros mismos los hacíamos.
La nariz se quedaba llena de humo provocado por el algodón quemado y el queroseno. Y cuando yo iba a estudiar, me acostaba cansada y la luz no permitía que yo me quedara despierta, yo me acostaba y me quedaba dormida antes de empezar la tarea. Y entonces, mi hermana llegaba: "levántate, anda a estudiar, haz la tarea" y yo me levantaba, pero no asimilaba nada y tampoco tenía muchas ganas. Cuando me fui a hacer el cuarto año primario por segunda vez, yo ya tenía 14 años, ya entrando a los 15. Entonces, me conseguí un noviecito y desistí de estudiar. No me gustaba en serio.
¿Cuáles eran las aventuras de la juventud?
Margarida – Mi mamá no podía ni ver que nosotros fuéramos a salir. Como te dije, nosotros teníamos una casita alquilada y, a veces, íbamos conversando por las casas y ella nos mandaba para adentro. Pero cuando llegaba el domingo siempre nos dábamos una escapadita. En ese tiempo no había una carretera como la que hay hoy, de Surubim hasta Recife. Los ómnibus que iban a Recife pasaban por dentro de nuestra comunidad. Y yo recuerdo que, una vez, yo y más cuatro primas paramos un ómnibus para ir a pasear a un local llamado Lagoa da Pedra o Rua da Porca, una comunidad vecina. Cuando llegamos y el ómnibus paró, no teníamos dinero y el cobrador se puso una fiera con nosotras y cuando llegamos a la casa, fue mucha paliza. Yo creo - no, yo estoy segura - que fui unas de las personas a la que más le pegaron en mi familia. Mi mamá me iba a pegar y yo sujetaba la cuerda y ella se ponía muy enojada y de ahí sí ella me pegaba.
Porque te resistías...
Margarida – Yo resistía. Y yo hacía muchas cosas que ella no gustaban. Ella fue una mujer increíble.
¿Y las fiestas, las diversiones, la fiesta de Santa Luzia?
Margarida – La única fiesta en la calle era la de la patrona. En la comunidad de Santa Luzia la diversión era el columpio y el remate. Había una fiesta que mi papá siempre hacía. Mi padre era una persona muy alegre y le gustaba mucho bailar. En San Juan y en el Carnaval, él contrataba a alguien que tocara acordeón para tocar y bailaba forró (baile nordestino) toda la noche...
En el carnaval?
Margarida – En el carnaval y en ese tiempo a mi no me gustaba bailar. Yo era bien niña y cuando era adolescente tampoco, yo me iba a dormir. Mi papá en el San Juan mandaba a hacer globos para festejar el San Juan y hacía una fogata y forró y eso iba hasta por la mañana. Si fuera hoy, yo estaría ahí junto... me encanta bailar y en esa época me iba a dormir, no tenía ni la mínima gana.
Hay una cosa que yo recuerdo también de mi infancia, que yo no olvido y de vez en cuando lo cuento. Yo era muy miedosa. Cuando moría alguien yo no iba a mirar, sólo de saber yo ya me quedaba con miedo. Había día que yo no me controlaba, me quedaba con miedo, sin dormir, en la cama. La cama en que yo dormía era una cama de matrimonio donde dormía niño y niña, todos juntos... había momentos en que habían cinco niños, todos en la cama. Y yo estaba en la cama y mi hermana estaba en la hamaca. Entonces, murió una persona, una señora que ayudaba a mi mamá, ella pedía limosna, era una persona, así, muy sufrida. Yo me acuerdo de ella, se llamaba Severina y le decían de Nina. Y cuando ella falleció, yo tuve tanto miedo... Yo, temblando en la cama, llamé a mi hermana, que dormía en una hamaca diciéndole "estoy enferma" y ella me llamó a quedarme con ella y yo fui para la hamaca y temblaba de tanto miedo y era tanto que la golpeaba. Ella dijo: "Mamá, ven a hacerle un remedio a la Ilda, que ella está temblando mucho". Y mamá ya sabía lo que era y dijo: "acomoda eso que ella se duerme". Y yo me dormí. Cuando llegó el otro día, yo dije que lo que tenía era miedo. Mi hermana dijo: "Nunca más yo te llamo para la hamaca". El otro día murió un niño de una vecina nuestra y yo le coloqué la mano al angelito y se me pasó el miedo. Hay cosas, así, que te marcan.
Y también es una forma de como el padre o la madre reaccionan, ¿verdad?
Margarida – Eso. Cuando yo era adolescente, tenía a mi hermano más chico, el João, y él era así, muy llorón. Yo era adolescente de 12 o 13 años. Y a mi mamá nos ponía a cuidar a los hermanos más chicos. Entonces, él despertaba mucho en la noche para tomar jugo. Mi mamá compraba naranja para hacerle jugo sólo a él. Y al otro día yo digo: "pero eso es muy divertido: yo me quedo despierta por su culpa, ¿le voy a hacer jugo a él y yo me voy a quedar sin nada?" Yo colocaba el azúcar en el agua y se la daba a él y yo me comía la naranja.
Él tomaba agua con azúcar...
Margarida – Él tomaba el agüita y se dormía tranquilo. Imagínate, era calmante.
Y tu mamá nunca te agarraba?
Margarida – Nunca me agarró. Después que nosotros crecimos, yo se lo conté todo. Hoy en día, cuando nos encontramos y empezamos a contar esas cosas nos divertimos mucho.
¿Te gustaría destacar alguna cosa más de la juventud? ¿Te acuerdas de algún hecho que te haya marcado, que te parece que es importante?
Margarida – Hubo una cosa relacionada a la cuestión de la vida de aquellas personas de mi comunidad. Mi padre era considerado como el más rico, porque como él negociaba, en esa época él vendía carne de charqui, él nos traía carne y nosotros colocábamos en los frijoles, lo que quedaba muy rico.
Una cosa que recuerdo es que mi abuela crió, además de sus 12 hijas e hijos, ella también crió a dos nietas. Y entonces, a mi madre agarraba el resto de la carne y la colocaba dentro de un colador, y colocaba en lo alto para nadie lo tomara. Y ese día, una de las nietas de mi abuela fue a mirar y se cayó. Nosotros encontrábamos divertidas esas cosas, porque ella fue a tomar una cosa que no tenía que tomar.
Y, además, no todo era motivo de alegría.
Margarida – Sí, sí. Y otra cosa que me marca también en mi vida de adolescente es lo cuanto yo trabajaba para hacer la comida. Como mi hermana mayor ya había optado por estudiar en la ciudad y yo no, entonces yo era la dueña de la casa y del campo, yo era la segunda hija mujer. Y yo era muy traviesa. Hubo un día en que yo estaba sacando las papas del fuego, esa olla bien grande, colocándolas en una palangana enorme y estaba echando humo muy caliente, cocida en olla de barro en la leña. Y mi hermano, el tercero, llegó tratando de agarrar una papa. Y yo le digo: "Tú no saques nada". Yo colocaba apodo a todo el mundo y el apodo de él era “Tamborete”, porque tenía las piernas medio abiertas. Él agarró la papa, se volvió y me la tiró a la cara, a la misma boca, y me quedé un tiempo con la boca quemada. Mi mano era llenita de callos, porque yo rallaba hasta cinco quilos de maíz, yo lo rallaba en el molino. Mucha gente no conoce, era una piedra encima de la otra.
No, ese yo no lo conocí.
Margarida – Era una piedra encima de otra piedra, pero la piedra de abajo no tenía hueco, era sólo en la de arriba. El hueco de la piedra era sólo para afirmar un palo para que uno sujetara y para colocar el maíz y molerlo mientras la de cima quedaba suelta. Y yo iba poniendo el maíz e iba deshaciendo el maíz para hacer el angú. Otra vez, llegó el cuarto hermano, al que nosotros le decíamos Tão, y él vino a molestarme, como decíamos. Él me dijo algo y se metió conmigo, y yo estaba revolviendo el angú en el fuego y agarré la cuchara de palo y paf en la espalda de él, que se puso rojo. Entonces, cuando ellos venían a pegarme yo corría para la pieza. Ellos eran mayores que yo.
En realidad, tú no tenías muchas ganas de estudiar pero te dedicaste más al trabajo del campo y al trabajo de la casa...
Margarida – Eso.
Como tantas otras mujeres de esa época. ¿Y cómo es que fue criarte contigo haciendo las cosas, ese montón de cosas en la casa, con tus hermanos?
Margarida – Mis hermanos no ayudaban. A veces, yo lloraba porque estaba el período de la sequía en que iba a lavar ropa muy lejos y donde yo lavaba ropa eran unos seis quilómetros para ir y para volver. Nosotros teníamos un burro y ya llevaba las latas para traer agua, este barrial se llamaba común - común porque era un barrial que fue de mi abuelo y quedó para todos los de la familia.
Porque servía a todos.
Margarida – Eso, servía a todos. Cuando yo llevaba el burro con la lata y la ropa para lavar, yo llegaba con ese atado enorme bien temprano en la mañana y volvía al final de la tarde y cuando ellos querían una ropa, me llamaban, no sabían ni buscar la ropa al medio de tantas otras. No había eso de que los hombres ayudaran. A veces yo estaba tan cansada que terminaba llorando. Ellos se quedaban sentados, con todo a la mano, que es muy cruel. Noventa por ciento de los hombres o más eran así...
Entonces, Ilda, te casaste pronto, ¿cómo fue?
Margarida – Fue como yo te dije, yo casi no tuve adolescencia. Cuando tenía 12 años, yo creo que ya era lo que soy hoy, y quería encontrar un novio que era amigo de nosotros... y las personas no lo aceptaron. Inclusive, yo hacía un corazoncito de papel y mi hermana me vio y dijo: ese es el corazón del diablo. Yo era muy chica. Cuando yo dejé de estudiar, todavía no tenía 14 años, y dejé de estudiar porque, además de preferir trabajar en el campo, estaba tratando de casarme... yo consideraba que tenía una vida muy sufrida, yo trabajaba mucho, yo parecía un animal.
Con 14 años, yo todavía estaba en la escuela y en el mismo año me conseguí un novio y salí de la escuela. Fue con ese muchacho que yo me casé, él fue mi primer novio. Era de una comunidad que quedaba a más de 10 quilómetros de distancia. En mi comunidad había una capillita de Nuestra Señora de Fátima y en ese tiempo no existía energía y él fue con un mechón. Fue en los años 60. Estaba en los preparativo para la fiesta de Nuestra Señora de Fátima.
Cuando yo venía de la escuela, me encontraba con él con un burro con el canasto lleno de pan, que llevaba a la comunidad de él. Y él conversaba conmigo y yo pensé: "Voy a dejar de estudiar, voy a trabajar y me voy a casar, seguro que si me caso va a mejorar a mi vida". Nosotros todavía pasamos cuatro años noviando, mi mamá tenía mucho cuidado, muchos celos. Yo pedía que me dejara ir a la casa de la hermana de él y ella no me dejaba salir sola con él, pero yo era terrible. Aún así, estuvimos novios, tuvimos relación sexual antes de casarnos y, con ocho meses, mi hijo mayor nació.
Después que tu hijo nació.
Margarida – Ellos lo descubrieron antes, porque el tipo tuvo celos de un vecino. Porque nosotros íbamos a la feria a pie, eran dos quilómetros de la casa a la ciudad y este tipo nos acompañó... todo bien, fuimos conversando y él se quedó con rabia. Entonces, él fue a la casa de mi hermana, que ella vivía en la ciudad, ella estudiaba y cosía también, y él llegó diciendo: "mira, yo voy a dejar a tu hermana, porque yo no voy llevarme las sobras". El novio de mi hermana había terminado el noviazgo y ella dijo: "Tú te acobardaste y no te quieres casar con ella". Él dijo: "Yo ya le debo a ella y ella me debe a mí". Lo que yo sé es que ella logró sujetarlo y llevarlo para hablar con mi papá. Eso fue en el mes de agosto y en septiembre casamos.
¿Y cómo fue esa experiencia en tu vida, Ilda? ¿Cuántos hijos tuviste? La relación con tu marido, ¿cuánto tiempo estuviste casada?
Margarida – El primer novio, el casamiento de nosotros yo creo que fue forzado, porque yo creo que ni existía amor. Si él hubiese dicho “no”, no había problema, porque cuando él dijo que se iba a mí ni me importó. Pero cuando el mi papá supo, mi papá y mi mamá hicieron de todo para arreglar el casamiento y la comunidad no supo lo que estaba pasando, nadie supo que nos íbamos a casar. Fue un casamiento sorpresa, que en esa época estaba en la moda. Hubo un hecho que yo no me olvido: el día del casamiento yo pasé el día en la ciudad y, en la hora en que vamos saliendo de la iglesia, va llegando un entierro. Y la superstición del pueblo dice que “si el casamiento se encuentra con un entierro es muy malo”, que no iba a resultar y fue un corre-corre para no encontrarnos. El novio acabó yendo en otro auto y la novia en un auto sola, atrás. Esas cosas, cuando una las recuerda, sólo dan ganas de reirse.
Pero con relación a la experiencia, yo digo que fue una experiencia válida por los hijos que yo tuve. Hoy día creo que, aún habiendo pasado por lo que yo pasé, no me gustaría no haberme casado y con la persona que yo me casé. Yo no sé, si de repente yo me hubiera casado con otra persona, tampoco sería la misma cosa.
Mi casamiento fue de mucho sufrimiento, yo no le contaba a nadie, ni hablaba sobre lo que pasaba conmigo. Nos casamos y nos fuimos a vivir en una de las casas de mi papá, que era cerca una de la otra, y mi mamá presenciaba alguna violencia psicológica, que en ese tiempo no era considerada violencia. Él sólo me llamaba a los gritos, cuando yo no lo escuchaba llamarme, me preguntaba: "¿Estás muerta? ¿Eres ciega? ¿Eres muda o sorda? Él me trataba así, de esa forma que las personas veían y escuchaban y mi madre también.
Ella lo encontraba muy natural.
Margarida – No sé si era natural. Pero yo creo que, si ya al comienzo del noviazgo uno fuera a ver la relación de las familias e hiciera una reflexión, una no se casaría con determinada persona. Para empezar, toda la familia de él era desajustada, separada, que le pegaban mucho a sus mujeres. Al inicio del casamiento, además de que me gustaba el campo, también me gustaba criar a los animales. Cuando yo me casé, llevé un montón de pollos y, cuando iba llegando la noche, él quería colocar todas las gallinas en una sola rama del árbol y él subía si las gallinas o los pollitos no se quedaban donde él quería, él los tiraba contra el piso y mató a mucha gallina de esa forma. Era una violencia triste la que él tenía con los animales y yo terminé por desanimarme y dejé de criar.
Como yo te dije, me casé y ya estaba embarazada y hay una escena del embarazo de mi primer hijo que yo no me olvido. La casa en que nosotros vivíamos era llena de peldaños. Me la pasaba todo el tiempo caminando y me quedaba cansada, porque, además, estaba embarazada. Un día de domingo llegó una mujer a mi casa y ella vivía sola y me pidió una vajilla. Yo le pedí que entrara, y en cuanto ella salió la reacción de él fue terrible, yo no sé por qué. Yo estaba en la cocina y él me dio un golpe tan grande en mi cabeza que yo me golpeé en una rejilla de asar carne en el fuego de carbón y me rompió la cabeza. Eso fue el domingo y el viernes siguiente empecé a sentir las contracciones del parto y el mismo viernes nació mi hijo mayor.
Cada uno tiene una forma de violencia.
Margarida – Claro que sí, yo fui abusada de varias formas. Cuando estaba embarazada de mi hija, fui a la ciudad a resolver algunas cosas, cuando llegué, él estaba una fiera; era el mes de septiembre y yo tuve a la Girleide en enero. Él salió corriendo atrás de mí. Donde yo vivía, había una rampa - la casa ya no era la misma en que vivíamos cuando nos casamos, salimos de la casa de mi papá y fuimos a pagar alquiler. Él salió con rabia, porque mi papá no le soltaba dinero a él. En ese día que fui a la ciudad, él agarró y me tiró un ladrillo en las nalgas o en mi trasero, para hablar claro, y me quedó la marca por mucho tiempo.
Otras escenas ocurrieron. Con los más chicos, fueron varias las veces que él me pegó. Llegaba incluso a romperme la ropa y ese día yo no lograba hacer nada en la casa. Mis hijos se quedaban gritando. Cuando él me golpeaba, la niña no lo dejaba acercarse a mí, se quedaba llorando cuando él se me acercaba. Si ella estaba sola, él todavía podía estar cerca de ella. Si ella estaba en mis brazos, él no se acercaba porque ella gritaba. Por miedo.
Muchas veces yo me quedaba con ella en los brazos para ver si era mejor y me defendía. Para ver si él no me pegaba, pero él me pegaba igual. Una de las escenas que recuerdo fue con mi hijo más chico, cuando yo estaba con seis meses de embarazo él me puso para fuera de la casa.
¿Cómo es que lograste convivir con ese marido durante seis años?
Margarida – Fueron seis años de mucho sufrimiento y violencia. Tuve cuatro hijos.
¿Y dónde tuviste a esos niños?
Margarida – Todos en la casa. Nunca fui al médico, al menos no para decir que estaba embarazada.
¿Nunca te hiciste pre parto, nada?
Margarida – Nada. Yo trabajaba hasta que el día descansaba.
¿Y él te acompañaba en los partos? ¿Cómo era esa relación? Porque hay padre, hay marido que acompaña.
Margarida – Él quedaba en la casa.
¿Iba a buscar a la partera?
Margarida – La iba a buscar. El primero, por ejemplo, fue una partera de la ciudad de Surubim. A partir de los otros, fue una partera de la comunidad. En la época del hijo mayor, ella estaba estudiando para ser partera.
Y todavía en ese tiempo en que convivías, que eras casada, como es que era la relación de la familia, con tu familia de hijos, y de tu trabajo del campo, ¿cómo fue eso?
Margarida – Fue difícil conciliar, pero yo lo lograba, es decir, mi familia no sabía nada de lo que estaba ocurriendo conmigo. Ellos me veían con moretones y, cuando preguntaban, yo decía que me golpeaba en algún lugar, que no sabía lo que era, no sé lo que pasaba, pero yo siempre me quedaba escondiendo. Ellos no insistían mucho, porque ellos también desconfiaban, pero no hacían nada. Sólo después, cuando mi último hijo nació, él me puso para fuera de la casa y yo les dije a ellos.
Um día llovió y nosotros estábamos cenando tranquilos con los tres hijos y yo ya estaba embarazada del más chico y él dijo: "mañana te vas al campo", y yo le digo," infelizmente, yo no voy a poder ir porque está la niña y yo no me la puedo llevar. Ella estaba con ocho meses y quien la cuidaba era a mi hermana, pero ella se había casado. Mi mamá estaba sola. Yo dije "no tiene quien se quede con ella". Y entonces, por culpa de eso, fue una pelea y él me pegó, hasta me rompió la ropa y me mandó a la casa de mis padres. Fue cuando mi madre tuvo certeza de lo que estaba pasando. En la comunidad no había energía y la gente se quedaba sentada en las calzadas, conversando, hasta la hora de dormir, yo llegué y me senté, mi mamá se quedó esperando a que yo me fuera y yo no me fui. Y cuando no me fui, ella me miró y preguntó: "¿no te vas? Yo dije: Guido me pegó, me mandó que viniera para acá y se quedó allá con los hijos. Ella me mandó a dormir, yo me quedé acostada; tempranito, mi madre llegó llamando y dijo: "Ándate, agarra una lata y lleva agua para no se den cuenta de que tú dormiste fuera de casa, ten paciencia que él va a mejorar". Mi madre no tenía experiencia con el problema de la violencia familiar.
Creía que era la primera vez.
Margarida – Sí, encontraba que era la primera vez. Entonces, yo fui y llevé el agua y cuando yo llegué él no quería dejarme entrar. Pero después entré. Yo ya llevaba a los dos mayores para el campo conmigo. Nosotros no teníamos tierra, la que mi padre tenía era poca y para nosotros no tenía. Nosotros andábamos más de seis quilómetros para ir hasta esa tierra que era arrendada.
Tu marido no tenía tierra?
Margarida – No tenía. Nosotros alquilábamos una tierra para trabajar. Yo me despertaba a las tres de la mañana y cocinaba el frijol, hacía el café de él y, cuando el café estaba listo, yo llamaba a los niños y a él y yo, después del café, colocaba a los dos más mayores en una carretilla y ellos iban con nosotros, pasaban el día entero debajo de un árbol de juá. Cuando llegaba a la casa era ese lío, salíamos muy temprano y estaba todo por hacer, los niños llegaban muertos de hambre y para hacer el fuego de leña o carbón, buscar agua para el baño y cocinar, que era más cerca, la de beber era más lejos, la correría era grande. Todavía faltaba la comida, cuando traía camote, maíz, zapallo u otro producto, los niños llorando y él quería que yo me la pudiera con todo, me pegaba por la demora de la comida, que no estaba lista. Mis hijos pasaron mucha hambre... ellos decían: “mamá, tengo hambre”. La única cosa que no faltaba en la casa era harina.
¿Porque ustedes la producían?
Margarida – Sí, pero no era suficiente. Había algunas cosas que no faltaban, aunque él las comprara fiado: frijol, harina, azúcar y café, esto nunca faltaba. Cuando no había otra mezcla le ponía frijol y comía tomando café. Los niños, cuando tenían hambre, les daba harina con azúcar. Pero mi padre criaba gallinas y mi mamá siempre nos mandaba una ya lista, mi familia no sabía por lo que nosotros pasábamos.
¿Te gustaría destacar alguna otra cosa, Ilda, de ese período?
Margarida – Yo quiero destacar una cosa, es bien rápido, yo no dije - y fue importante - que yo criaba una cabra para dar leche a los niños.
¿Sólo tenías una?
Margarida – Sólo tenía una. Hay una época en que la cabra no da leche, yo estaba con mi niño más chico en uno de estos plazos y nosotros comprábamos una botella de leche a nuestro vecino, que era mi tío. Esa leche era para mojar el cuscuz del padre y de los tres niños mayores y el resto de la leche era para que el más chico tomara durante el día.
La única botella...
Margarida – Una botella de leche. Yo me separé el día del bautismo del niño más chico, los padrinos fueron mi hermana y mi cuñado. El niño estaba con nueve meses. Él dijo que cuando llegara de la iglesia, llevara el niño para que él le diera la bendición, pero cuando el niño llegó estaba lloviendo y él estaba en un boliche tomando cachaza.
Él no fue al bautismo?
Margarida – Él no fue al bautismo, ni yo. Y no fuimos a llevar al niño para darle la bendición porque el niño estaba durmiendo, también, y estaba lloviendo.
¿Y él en un boliche tomando cachaza?
Margarida – Tomando cachaza. Entonces, él se fue para casa y me mandó a llamar. Yo no fui a la iglesia, me quedé en la casa de mis padres preparando el almuerzo. Porque nosotros no teníamos cómo hacer el almuerzo en nuestra casa y ya eran casi las 12 cuando él me mandó a llamar. No dejó a los hijos almorzar y yo fui a cosechar frijol maduro alrededor de la casa para ponerlos en el fuego para después almorzar.
¿Con el almuerzo listo en la casa de tu madre?
Margarida – Con el almuerzo listo. Mi hermana más chica nos fue a llevar el almuerzo, que mi mamá había colocado todo lo que hice en la canasta y él mandó a devolverlo. Una vecina fue escondida y agarró la comida para darle a los niños, pero para nosotros dos fue el frijol que estaba en el fuego. Él no esperó por el frijol, volvió a tomar nuevamente. Sacó el cuchillo para matar a mi papá, quería matar a mi hermana mayor. Mi mamá estaba en una capilla que hay allá en la comunidad y él mandó a mi madre que cerrara las puertas de la iglesia, que si no iba a matarla. O sea que fue el tremendo lío... llegó a la casa y dijo "yo voy a arrancar tu oreja", yo sentí el cuchillo bien cerquita de mi oreja. Fue un día de tormento. Ese día, era invierno, yo tenía una cabra y la cabra dormía dentro de la casa por la lluvia. Yo me quedé con los hijos y llamé a la vecina y dije, "tú vas a hablar con mi madre para que ella se consiga una forma de yo salir de mi casa o entonces yo me voy sola, sin destino". Ella mandó a decir que yo podía arreglar algo para viajar, yo no tenía calzado, ni ropa, y mi hermana mayor se consiguió algunas ropas, calzado y otros objetos. Me fui para la casa de mi hermano en Recife y tuve que dejar a los niños con él. A los tres días, él mandó a hablar con mi madre para que se quedara con los dos más chicos y a los mayores los llevó para que su hermana los cuidara. Después de tres días, la hermana fue a la casa de mi madre y pidió que ella se quedara con mis hijos y ella dijo "puedes traer a mis netos, ellos son como si fuese mi hija". Yo me quedé un mes en Recife, fue un mes de mucho sufrimiento. Yo me acostaba y sólo escuchaba el llanto de ellos.
Mi suerte es que había una niña, una sobrina mía, con la misma edad que mi hijo más chico, el Flávio. Mi hijo nació el día 12 de agosto y ella nació el día 13 del mismo mes y en el cumpleaños de mi sobrina de un año ella andaba para todos lados, mi hijo no se quedaba ni sentado en mis brazos, no lograba sujetar el cuello, porque él fue criado con agua, estaba muy desnutrido, y cuando yo vi esa escena, en comparación a la niña, yo sufrí mucho. Cuando volví, él apareció queriendo reatar, pero yo no quise y él se quedó amenazándome. Mi papá fue a la comisaría de la ciudad y dio queja, el juez reclamó, porque mi padre no fue denunciarlo el día del bautismo. Él fue preso por una noche y, después de eso, paró y no volvió más. No lo denuncié antes porque sólo después de mucho tiempo de separada es que descubrí que todo lo que sufrí fue violencia.
Después…
Margarida – Después de que yo empecé a participar del movimiento de las mujeres fue que descubrí que todo lo que pasé fue violencia. Aunque yo haya iniciado mi participación en el movimiento sindical hace más tiempo, desde los años 80, cuando yo empecé a participar del movimiento de mujeres fueron varias las descubiertas que ocurrieron en mi vida.
Desde la violencia directa.
Margarida – Sufría desde la violencia directa, indirecta y sexual. Porque él me pegaba y, a la noche, después, yo era obligada a tener relación sexual con él. Yo siempre digo: sufrí todo tipo de violencia. Mucha gente dice que tenemos que perdonar. No le tengo odio sólo por los frutos que son mis hijos, pero yo no olvido lo que yo sufrí.
Ilda, sólo para cerrar esta parte, de todo eso que tu viviste, ¿cuál es la mayor lección que te llevaste de esa relación, de esa convivencia?
Margarida – El primer día que él practicó la violencia conmigo yo lo acepté quietecita. El miedo que yo tenía era de que la sociedad supiera y dijeran “la hija de Manoel es separada”. Yo tenía miedo de que las personas supieran que yo era violentada, tenía miedo de la separación, y por eso escondí todo. Es decir, hoy yo no escondería el sufrimiento que yo pasé, no aguantaría ninguna violencia. La primera vez, ya había resuelto, pero yo fui golpeada muchas veces. Cuando él venía a pegarme yo me sentaba en la cama, agarraba a la niña en brazos para ver si evitaba que él me pegara, me sentaba y era golpeada sentada y callada, sin reaccionar, para que nadie escuchara.
La única vez que yo reaccioné, el día de domingo, temprano en la mañana, él chupó unos mangos con los niños, tiró las cáscaras cerquita de la puerta y yo iba pasando llevando agua para las gallinas y él dijo: “Recoge esas cáscaras de mango” y yo fui a recogerlas con el agua en la mano, él dijo: “Rápido, su retardada” y me empujó, el agua no se derramó, yo reaccioné y le tiré el agua a él. Cuando yo reaccioné, fue el fin, fue cuando las vecinas y los vecinos vinieron a saber y a darse cuenta de que él me pegaba. Porque yo corrí para la casa de la vecina. Pero yo tuve que volver.
Ilda, vamos a tomar la cuestión de tu militancia, ¿verdad? La cuestión de tu trayectoria en los movimientos sociales, en los movimientos de las mujeres, como es que surge?
Margarida – Hoy yo le agradezco a mi madre por estas participaciones. Mi primera militancia fue en el movimiento sindical, empecé a participar a través del incentivo de ella, porque ella era socia del sindicato y todos los meses ella iba las asambleas. Cuando yo me separé, que yo volví de Recife, yo me asocié, porque yo tenía cuatro hijos que necesitaban de médico. En esa época, el sindicato era proteccionista, tenía médico y dentista. Mi madre insistía para que yo participara, porque ella era de una conciencia completamente diferente a la del mi padre. En el período de las campañas saláriales, en la zona da mata, mi padre se quedaba reclamando “el azúcar se pone más caro por eso de las huelgas”. Y ella se quedaba tratando de convencerlo de que el aumento del azúcar no era causado por el aumento de los sueldos.
Las cuestiones mayores de coyuntura.
Margarida – Sí. Y como ella participaba del sindicato, ella ya se daba cuenta de esa discusión. Entonces, ella se pasó mucho tiempo insistiendo. Después, yo empecé a participar. Yo empecé como delegada sindical de mi comunidad y después fui para el Consejo Fiscal y después fui para la secretaría. Cuando yo estaba más efectiva en la dirección, la Federación me invitó a participar de las reuniones de la Comisión Estadual.
¿De la Comisión Estadual de Mujeres?
Margarida – De mujeres, trabajadoras vinculadas al movimiento sindical.
Y el año, ¿te acuerdas, más o menos?
Margarida – En los años 80.
¿Fines de los años 80?
Margarida – Eso. Cuando yo empecé a participar, indirectamente yo estaba participando del movimiento de las mujeres.
Quien estaba en la coordinación como asesora, que ayudaba en la Comisión Estadual, era Vanete Almeida. De vez en cuando, yo empecé a participar en la Comisión Estadual. Y, entonces, nosotros tuvimos muchas peleas en el sindicato. Yo participé de muchas actividades de la Comisión Estadual con mi propio dinero, porque mis padres se quedaron con mis hijos y mis hermanas. Inclusive, yo tengo una hermana que vive en Brasília y ella se hizo cargo de mí. Todos los meses ella me mandaba el sueldo, porque yo no ganaba nada.
¿Quién?
Margarida – Mi hermana, mandaba sueldo. Y de ese dinero yo sacaba para participar en la reunión del sindicato, para participar en reunión de mujeres, porque mi padre le daba alimentación a mis hijos.
Margarida – El Sindicato no fortalecía las cuestiones de las mujeres, al mismo tiempo, teníamos la Comisión Municipal de Mujeres.
Mas es medio estatutaria…
Margarida – No, no es estatutaria. Nosotros hacíamos las reuniones mensuales de mujeres en el sindicato, sólo que era para hablar todo lo que ellos querían. No era un movimiento donde se discutía la importancia de la mujer.
Era más para discutir la cuestión sindical.
Margarida – Sindical y no la importancia de la participación de las mujeres, de la evolución de las mujeres en las cuestiones políticas, las cuestiones que involucran a las mujeres, la autonomía de las mujeres. Y ahí yo iba aprendiendo eso dentro de la Comisión Estadual. Y ellos se fueron dando cuenta. Al principio, el sindicato todavía nos daba el dinero, pero después... Fue cortando los fondos.
Para que llevaras la discusión del movimiento autónomo para adentro era muy difícil. Incluso, en el sindicato, nosotros diciendo "vamos a trabajar con las mujeres, la mujer puede participar…" Pero esa mujer es importante para el sindicato mientras tenga la misma visión de ellos. Cuando ella va para un lado y para otro y ella empieza a percibir las cosas, entonces ellos ya no la quieren.
Y, así, la Comisión Estadual me escoge también para participar de la comisión provisoria de la Contag. Y seguía en el sindicato, en la comisión estadual, pero también formaba parte de la Comisión de Mujeres. Después, en el quinto congreso de la Contag, el primero del que yo participé, fui escogida para formar parte de la dirección, como suplente.
Yo intervine junto a la dirección y una de las peleas que tuvimos en la Contag fue conseguir dinero para la alimentación en los viajes y, también, los pasajes. De todas maneras, era en ómnibus, porque los hombres iban en avión y las mujeres iban en ómnibus.
En esa relación todo fue ocurriendo muy rápido. Sindicato, Comisión Estadual. En todo ese proceso varias cosas pasaron: cita por lo menos dos hechos que te marcaron en ese proceso?
Margarida – Yo creo que un hecho que marcó fue que entráramos en un quinto congreso. La comisión, organizar, discutir, definir un nombre para la dirección ejecutiva, porque sólo habían hombres en la Contag, la mujer aceptó y en el momento final ella ya no acepta. Y entonces, en ese congreso, nosotras perdimos la oportunidad de participar y eso marcó mucho.
Y marcó también una posición que tomamos juntos, nosotros de Pernambuco, en el 6o Congreso de la Contag teníamos el nombre de un hombre, que al final tampoco quedó; entonces, desistimos de todo. En el estado de Pernambuco, en esa época, eran todos hombres. Yo creo que fue importante la unión de los hombres y mujeres en aquel momento, por lo menos en aquel congreso.
Estaban muy juntos.
Margarida – Estábamos juntos, yo creo que eso es una cosa que marcó. Y luego, al año siguiente, marcó también. Nosotros habíamos conseguido pasar, dentro del Congreso, que íbamos a elegir una coordinadora de la Comisión Nacional. Y fue indicado mi nombre e hicieron la campaña. Hubo una elección dentro de la Comisión Nacional y yo lo logré, las personas me eligieron con la diferencia de un voto contra la candidata del Norte. Entonces, son cosas así que marcan, porque, a veces, una ni se lo espera.
¿Tú competiste también con la Santiago?
Margarida – Con la Santiago. Las personas tenían varios nombres. Había el mío, el de la Santiago, de Rondônia; de la Maira, de Rio Grande do Sul; y de Raimundinha, que era de Ceará. Y hombres y mujeres se sentaron y dijeron: vamos a quedarnos sólo con el nombre de la Ilda. O sea, es una cosa que me marcó, porque yo no era, y no soy todavía, persona de muchos discursos. Yo soy más de hacer, más que de tomar un micrófono y hacer un discurso bello como el que hace mucha gente.
Y como siguió eso?
Margarida – Fue todo muy rápido. En esa época, cuando yo entro como coordinadora de la Comisión Nacional de la Contag, yo creo que no se estaba discutiendo ni la cuestión de la secretaría, ni participando en la discusión todavía. Porque al principio hubo un período de celos entre los movimientos. Yo me daba cuenta, porque yo seguí en la Comisión Estadual. Hubo un período en que las asesoras que participaban en la reunión de la Comisión Nacional se alejaron por celos de las otras asesoras del movimiento sindical.
Cuando yo fui para la Contag, es una cosa que me marca, yo no hablaba mucho, y cuando llegué a la Contag tuve un bloqueo muy grande con relación al habla. Incluso, yo les dije a esos hombres el otro día, allá en la Contag. Los otros hombres, que venían de muchos años de Contag, eran unos tipos muy dados a hacer discursos. Sólo hombres que no tenían ninguna visión con relación a la importancia de las mujeres dentro de la transformación de la sociedad y yo tuve mucho bloqueo del habla. Muchas cosas que yo decía ellos las ignoraban, ellos cuestionaban, ellos se reían.
Nosotras hablábamos de empezar el cambio para traer la visibilidad de las mujeres a partir de los documentos. En todos los documentos de los congresos de la Contag, si alguien los lee, era como si no existieran mujeres dentro del movimiento sindical. Porque ya sabemos que las mujeres no estaban en la dirección, pero las mujeres estaban en los frentes de luchas, al frente de las reivindicaciones, al frente de la lucha por la tierra y participaban en los congresos. No era un gran número de mujeres, pero había mujeres que participaban incluso sin derecho a voz y muchas, muchas mujeres hablaban, pero ellos no lo veían como una cosa buena ni importante para la transformación de la sociedad. Entonces, yo tuve que hacer terapia. Fue un proceso.
Es en ese mandato que se inicia la discusión por el primer Encuentro Latinoamericano, en el 95 y el 96. El MMTR, Movimento das Mulheres Trabalhadoras Rurais do Nordeste, que estaba al frente del primer encuentro, va a hacer algunas actividades de preparación a Brasília. Y yo, como coordinadora, participé de la discusión y fue cuando oí hablar más de las cuestiones latinoamericanas.
Fue un proceso muy bueno. Participé entonces del 1º Enlac. Incluso, teníamos a la Raimundinha y yo saqué la discusión de la secretaría antes de hacer esa discusión en la Contag. Apelaba por la conciencia de que solas no íbamos a ninguna parte. Y entonces, ya nos veíamos como un movimiento de mujeres importantes para sumar y para la transformación de la sociedad en un movimiento autónomo. Y nosotras enfrentábamos mucha pelea: en una discusión que nosotras sacamos, de 25 estados, el único que sujetó la discusión fue Ceará, con Raimundinha, yo, que era la coordinadora, y el Tião, un director que era de la Secretaría de Formación de la Contag. Y, cuando el MMTR-Nordeste va a la Contag y pasamos a discutir el primer Encuentro Latinoamericano, va más allá de las mujeres. Claro que fue toda una discusión de las mujeres, pero dijimos, con algunos directores, logramos hacer con que algunos hombres se diesen cuenta de la importancia del encuentro, que ellos fueran con nosotras para ir a buscar dinero, recursos para que pudiera darse el evento. Logramos, también, hacer con que ellos entendiesen la importancia de salir y articular la búsqueda de dinero. Por ejemplo, dos personas, la Auxiliadora y la Maria Jucá, se quedaron casi una semana allá en la Contag en Brasília y nos quedamos pensando cómo buscar recursos para la realización del primer Encuentro. Fue muy difícil.
La relación de la presidente de la CONTAG con el Ministerio de la Reforma Agraria fue la que consiguió recursos. Pero en todas las embajadas a las que nosotros fuimos y en algunos gabinetes de los diputados, no conseguimos nada.
Fue una cosa que te marcó...
Margarida – Cosa que marca. Y, entonces, participé del encuentro. No sé si fue el cansancio, pero sé que yo me enfermé, tuve problemas de salud en el encuentro. Yo creo que no participé como debería, pero con certeza aprendimos algunas cosas - en la vida de las trabajadoras rurales de América Latina y en la vida de nosotras. Em algunos momentos, nosotros creímos que se va a lograr tener una convivencia con otros movimientos, pero la articulación con las mujeres del Sur en ese encuentro fue una experiencia muy mala. Nosotras hacíamos las cosas y ellas se presentaban de otras formas, incluso hicimos una evaluación del encuentro y ellas hicieron otra, todo negativo.
Tú participaste de la Contag, participaste del inicio de la construcción de la Red LAC, participaste del 1o Enlac y seguiste. Después, viniste para el MMTR como secretaria ejecutiva.
Margarida – Cuando yo salí de la Contag, en el 99, ya empecé a participar con más fuerza del MMTR-Nordeste y, en el 2001, fui electa secretaria ejecutiva del MMTR-NE.
¿Y entonces fuiste fortaleciendo tu participación dentro de la red?
Margarida – Incluso antes de entrar en el MMTR-Nordeste y participar como secretaria ejecutiva, yo seguí. Salí de la Contag, de la ejecutiva, pero yo seguí como suplente en la Contag. Y cuando se inicia la discusión de la RED LAC, la Contag es invitada y me indicó para que yo participara en el inicio de la discusión.
Después tu participación se hizo más efectiva, hasta llegar al 2o Enlac. ¿Qué destacarías como cosas importantes en esa participación tuya? ¿Qué fue más fuerte para ti?
Margarida – Para mí, fue importante la definición, en aquella articulación, de dónde quedaría la Secretaría.
Fue importante esa a definición...
Margarida – Aquí en Brasil, ¿verdad? Y también el momento en que vamos a discutir la sede, yo creo que eso es importante. Otra cosa: la evolución, primero con los sueños y una ve los sueños realizados, eso fue importante. La inauguración de la secretaría fue muy bárbara. Ahora con relación al 2o Enlac...
Tú participaste. ¿Fue muy diferente tu participación del 1o al 2o encuentro?
Margarida – Yo creo que fue importante estar en la Coordinación Internacional. Otro impacto fue nuestro avance como trabajadora, yo diría un avance muy grande.
El nivel de participación de las mujeres...
Margarida – El nivel de participación. Yo recuerdo que en el primero nosotras no entendíamos y mucha gente se enfermó en aquel primer encuentro, se sintió mal, porque prácticamente era la primera discusión. Yo ya había participado de alguna discusión en otros idiomas, pero había muchas delegadas nuestras que no habían participado. Entonces, fue un proceso de avance muy grande, porque incluso antes del segundo nosotras tuvimos algunas discusiones con otros países. Entonces, eso facilitó para el avance.
El entendimiento. ¿Y qué consideras como resultado para tu vida como la mujer que eres?
Margarida – Yo tengo tanto para decir. Todo este blablablá que yo hice de tanto sufrimiento y todo, pero hoy yo creo que todo eso fue mínimo, pues el avance en mi vida fue mucho mayor, mucho mayor. El avance de yo ver a mi hijo decir: “tú me ayudaste en un momento que yo ni lo esperaba”. Personalmente, por ejemplo, mis hijos son un gran avance. Con tanto sufrimiento, hoy mis hijos están todos graduados. Hay dos que tienen doctorado, uno maestría y la otra sólo no ha logrado concluir por falta de iniciativa. Mi segundo hijo, cuando iba a defender la tesis de doctorado, él súper nervioso, me dice: “yo no sé cómo es que voy salir de esta, mamá, no sé si lo voy a lograr”. Eso por teléfono y yo dándole orientación de cómo lo tenía que hacer y lograrlo. Entonces, él llegaba y me decía: "Mamá, si no fuese usted haberme dado aquella orientación, yo no sé si habría logrado hacer la defensa".
Él tenía que ir a la oratoria...
Margarida – Debido al problema que yo había pasado en la Contag, yo hice un curso de oratoria y le pasé algunas orientaciones a él. Para mí, eso es lo que me ha marcado. Es importante el reconocimiento que mis hijos tienen. Es importante que mis hijos me apoyen en mi decisión de participar de los movimientos sociales, me apoyen no sólo cuando eran chicos, sino hoy, en todos los momentos, ellos me apoyan, me admiran.
Te dan fuerza...
Margarida – Me dan fuerza, valoran lo que yo hago, reconocen la importancia de lo que yo estoy haciendo.
¿Y cómo ves la Red LAC hoy? ¿Cómo la estás viendo?
Margarida – Incluso habiendo logrado llegar donde llegamos con la Red, tenemos mucho por hacer, mucho por hacer.
¿Muchos desafíos?
Margarida – Muchos desafíos. Um desafío es que la Red logre realizar uno de los objetivos que discutimos al inicio. Y es que la Red logre fortalecer los movimientos que están dentro de la Red. Y son varios movimientos los que están dentro de la Red. Hoy, en la coordinación de esta RED, está el MAMA, el MMTR-Nordeste, la Contag...
En la coordinación brasileña
Margarida – Pero también hay dos países, que son Uruguay y Perú. Pero están los otros países. ¿Cómo es que la Red va a lograr fortalecer ese movimiento, sea en Brasil, sea en cualquier país de América Latina? Yo considero eso un desafío. Y yo considero un desafío muy grande la secretaría de la Red. También está la mujer trabajadora rural – esa es el pilar de esta Red - en la coordinación, en la secretaría ejecutiva.
Es una especie de sueño.
Margarida – Es un sueño que yo tengo, porque es un desafío. Primero, está la cuestión del idioma, pero yo creo que ya hay algunas mujeres que lo están superando. Hoy, el MMTR-Nordeste está a nivel nacional e internacional. Hoy, el MMTR-Nordeste no está sólo en el Nordeste. Entonces, cuando sale a una discusión de América Latina y del Caribe, cuando está en la discusión del Mercosur, cuando está en la discusión nacional, el movimiento está en esos lugares. Son las trabajadoras rurales las que están allá. Yo estoy hablando del MMTR-Nordeste, pero con certeza sobre otros movimientos también. Las trabajadoras rurales, hoy, no son sólo Brasil. Trabajadoras rurales son, hoy, Brasil, América Latina y Caribe.
¿Cuál sería, Ilda, el mensaje que desearías para la Red, para las mujeres y para ti misma?
Margarida – Creo que el mensaje que yo dejaría, primero para las mujeres... Y ya voy a citar, para las mujeres del MMTR-Nordeste. Yo sé que hay mucha dificultad, mucho desafío. Pero aquí, en el MMTR-Nordeste, el mensaje es abrazar esta causa con mucha fuerza. Es mucho desafío para nosotras. Para mí, hoy es más fácil, porque yo estoy en la dirección, pero para aquellas mujeres que todavía tienen que salir del campo para participar, dejar a sus hijos, el mensaje es que no desistan. Ellas necesitan dar continuidad a esta lucha y aceptar el desafío.
Fue un desafío que yo fuera a la Contag, salir del sindicato para la Contag fue un desafío. Fue un desafío, también, la experiencia de venirme para el MMTR-Nordeste. Yo aprendí. Con certeza, yo decepcioné en algunos momentos, pero también en otros contribuí. Entonces, yo creo que cualquier persona es capaz de estar en cualquier lugar, sea municipal, estadual, nacional o internacional.
Por eso, yo tengo esa esperanza de un día ver a una trabajadora rural al frente de la secretaría de la Red LAC, sea de Brasil, sea de otro país cualquiera de América Latina.
¿Quieres decir algo más?
Margarida – Fue una oportunidad muy rica. Una acaba queriendo, a veces, hablar demasiado. También hablar de una experiencia de 58 años de lucha. Años de experiencia, de conocimiento, porque aunque que yo tengo 58 años de edad, yo no me acuerdo sólo de las cosas de cuando yo era joven, de cuando yo era adolescente, yo recuerdo las cosas de cuando yo era bebé, porque mi madre me contaba esas cosas y eso es muy importante.
Yo, como entrevistadora, quería agradecerte en nombre de la Red LAC y del Museu da Pessoa. Que seamos todas felices y tengamos un fin de año rico.
Margarida – Gracias.
Recolher


